Nómadas – La M.O.D.A.

Si algo me gusta en esta vida es extender un gran mapa e imaginar un destino, el siguiente. Viajar. No importa adónde. Cada vez que pienso en un nuevo lugar al que ir, mi imaginación vuela. No importa cómo. Puede ser una simple mochila y echar a andar. Tal vez ver un paisaje que pasa rápido desde la ventanilla de un tren o sentir el vértigo de tomar un avión que puede llevarte a la otra punta del mundo. Cada viaje me transforma y me hace pensar que tengo un alma nómada, o será que me hace ilusión pensar que es así.

También me gusta descubrir nuevas músicas y, en alguna ocasión, me basta con hacer un poco de oído en casa. Me reservo mi primer encuentro con “La Maravillosa Orquesta del Alcohol” (o sea, La M.O.D.A.) para otro momento, porque su versión del “Ojalá” de Silvio Rodríguez fue lo primero que vino a mis oídos de la banda burgalesa, pero a partir de ahí y hechas las presentaciones por mi hija pequeña, han sido tantas las canciones de ellos que me han gustado, que me ha costado bastante decidirme por una.

Así que empezaremos por el principio, cuando seis chicos de Burgos (que luego serían siete) allá por el año 2011 deciden hacer música a su manera. Pertrechados con guitarra, mandolina, acordeón, saxo, banjo, percusión (y cualquier otro instrumento que se les ocurriera) comienzan tocando en un garaje, después en bares y poco a poco irán ampliando su público, que con el tiempo se convertirá en multitudes que los adoran.

Dicen que su propuesta se basa en el rock americano, en el folk, en el punk o en la música tradicional del este europeo; que sus influencias van desde The Waterboys o The Pogues a la mismísima Creedence Clearwater Revival, The Clash o Eskorbuto. La verdad es que suenan a muchas cosas, porque han absorbido todo lo que se han encontrado por el camino y le han dado un estilo propio un tanto indefinible, pero que funciona y no deja de evolucionar.

Quizá la experiencia de David Ruiz (vocalista y guitarra) y de Joselito Maravillas “Reverendo del blues” (acordeón) en su paso por Dublín, tocando por la calle, influyó mucho en el sonido de la banda, formada también por Alvar de Pablo (Saxofón y clarinete) Caleb Melguizo (percusión y batería) Jorge Juan Mariscal (bajo) e inicialmente Adan Ruiz Román (guitarra y mandolina) que abandonaría la banda en el 2017, entrando Jacobo Naya (Teclado y percusiones) y Nacho Mur (guitarra y mandolina), formando así el septeto actual.

Si bien su primer trabajo fue en inglés, se pasaron al castellano para su primer disco de larga duración “¿Quién nos va a salvar?” publicado en el año 2013. Su primer sencillo “Nómadas” refleja muy bien el espíritu inicial del grupo, que llevaba a sus espaldas muchas horas de carretera, y que le echaba ganas de divertirse y de comerse el mundo, aunque sin olvidar nunca sus raíces.

Una camiseta blanca de tirantes, “de panadero”, les sirve de carta de presentación. Pasión y honestidad multiplicado por seis (siete) es la fórmula mágica de La M.O.D.A.

“Nómadas” habla de los viajes del propio grupo dando a conocer su música aquí y allá (concretamente el vídeo recoge muchos momentos épicos de su experiencia en Francia, tocando por la calle, “o donde les dejaran”) pero, como será habitual en ellos, van más allá, mezclando “los viajes” obligados de los que tienen que emigrar en busca de un futuro mejor, con citas de Jack Kerouac, siempre con un espíritu un tanto romántico, de lucha frente a las dificultades.

“Nómadas sin ciudad, cansados de esperar. Miran la carretera, ves los días pasar, ¿cuándo vamos a parar?”

Melancólicos y evocadores, La Maravillosa Orquesta del Alcohol ha ido creciendo y madurando con los años, asumiendo con humildad su éxito creciente.

En el 2015 llega “La Primavera en el invierno” y tras el directo “Todavía no ha salido la luna” en el 2016, en el 2017 el definitivo “Salvavida (de las balas perdidas)” un disco para degustar con lentitud, en el que David Ruiz, que lleva en su brazo tatuado el rostro de Johnny Cash, canta, cada vez más, mascullando las palabras y con desgarro en su interpretación. Algo ha cambiado.

En sus letras hay pensamientos, citas literarias, pesimismo, oscuridad, reflexión. Un puñado de canciones que se alejan del alegre folk de su primer trabajo.

Pero el mas difícil todavía estaba por llegar y tras “Nueva Ola” en el 2020, el “Nuevo Cancionero burgalés” publicado en el 2021, les devuelve a sus raíces, desde ese viaje que comenzó en su Burgos natal, y cierra el círculo con canciones inspiradas en el repertorio popular de la ciudad en la que (la mayoría) crecieron.

Dicen que uno de los puntos fuertes de La M.O.D.A. son sus directos. Pero ¿os imagináis un concierto casi íntimo y en un lugar muy especial? Eso sucedía en el mes de noviembre de 2017 y para darle más emoción, cincuenta personas fueron conducidas en un autobús con las cortinas cerradas, sin saber ni adónde iban ni a quién iban a ver.

La iniciativa llevaba por nombre “Una cita a ciegas con la música” y estaba organizada por Playz, una plataforma de RTVE.

El lugar no podía ser más indicado para la canción protagonista de este post, ya que era el Museo del Ferrocarril de Madrid, donde un equipo de técnicos llevaba varios días preparando luces, escenario y efectos varios para el misterioso evento, en el que “Nómadas” sonaba así de bien.

Nada mejor que sentir ese nerviosismo alegre del inicio de un viaje, los preparativos previos, trazar itinerarios, y sentir después, cuando lo estás viviendo, que los días se alargan, que tu curiosidad se aviva, que todo es nuevo y diferente. Y después, a la vuelta, dejar que el poso haga su trabajo y te deje huella.

Y con “La Maravillosa Orquesta del Alcohol” y su viaje musical desde las tabernas de Dublín al paseo del Espolón burgalés, en donde también yo guardo el recuerdo de mis primeros paseos infantiles, rompo igualmente una distancia temporal con mi hija pequeña, que acercó su adolescencia a la mía con aquel “Ojalá” de su banda favorita.

Pero esa es otra historia.

The Crystal Ship – The Doors

Mi madre era una gran viajera y me transmitió su pasión y su curiosidad al explorar los rincones de los lugares que visitaba. De su mano conocí por primera vez París y volvimos juntas alguna vez más. Siempre que he visitado después la Ciudad de la luz me he acordado de ella, y de lo bien que nos lo pasábamos en aquellos recorridos memorables.

Un mes de diciembre de principios de los noventa, con un frío horroroso, nos plantamos las dos, tapadas hasta las orejas, en la puerta principal del célebre cementerio parisino del Père Lachaise con un pequeño plano comprado en una librería cercana, dispuestas a hacer un itinerario de personajes ilustres que tenían allí su lugar de reposo eterno: Oscar Wilde, Balzac, Molière, Chopin, Édith Piaf, Yves Montand, Isadora Duncan, Sarah Bernhardt, María Callas… en fin, teníamos faena para rato.

Pero al poco de entrar, vimos un numeroso grupo de gente congregada alrededor de una tumba y nos acercamos. Una placa de mármol con una inscripción en griego y un auténtico arsenal de botellines de cerveza, papeles con poemas escritos, fotografías, símbolos hippies, cigarrillos y flores, muchas flores… todo en torno a un solo nombre: Jim Douglas Morrison.

Yo conocía las canciones más famosas de The Doors, “Light my fire” (escuché primero la versión de José Feliciano) “Break on Through (to the other side), o “The End” que salía al inicio de “Apocalypse now”, pero ese encuentro parisino hizo que, cuando en 1991 se estrenó la película de Oliver Stone “The Doors”, fuera a verla con un especial interés. Quería saber más sobre aquel Jim Morrison cuya tumba, veinte años después de su muerte, seguía siendo lugar de encuentro de jóvenes que iban a tomar unas cervezas y a fumar (seguramente cigarrillos no) a su salud.

Bajo la personalidad salvaje de Jim Morrison se escondía un poeta, un icono de la contracultura hippie y, por supuesto, uno de los más influyentes líderes de la historia del rock. En su biografía destaca que fue lector precoz, que sus influencias iban desde Nietzsche a Rimbaud, pasando por el existencialismo francés o el teatro surrealista de Artaud.

En 1965 se licenció en la Escuela de Cine de UCLA, en el Departamento de Artes Teatrales de la Facultad de Bellas Artes. Ese mismo año Morrison y Ray Manzarek que también había estudiado cinematografía allí, se encontraron en una playa de Venice (California). A Manzarek, fanático del blues y el rock de la época, le fascinaron las letras poéticas de Morrison y formaron The Doors. A ambos (cantante y teclista) se unieron Robby Krieger como guitarrista y el baterista John Densmore.

El nombre de la banda lo inspiró el libro de Adolph Huxley “Las puertas de la percepción” aunque también se habla de un fragmento de una obra de William Blake que decía “si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es, infinito”

En 1967 tras la firma con Elektra Records, la banda estadounidense comienza a tener el reconocimiento del público. En enero lanzaron su álbum debut “The Doors” y el 22 de julio de ese año aparecen en el programa “American Bandstand” presentado por Dick Clark interpretando (en playback) “Light my fire” y una canción triste y poética que sonó en primer lugar, titulada “The crystal ship”, lanzado como cara b del anterior.

“The crystal ship” puede simplemente ser una canción de amor que Jim dedica a su primera novia Mary Werbelow, pero esto sería demasiado fácil tratándose de The Doors, en plena época de la psicodelia y siendo Morrison el compositor.

“Antes de caer en la inconsciencia, me gustaría tener otro beso, otra oportunidad intermitente de éxtasis. Los días son brillantes y llenos de dolor, enciérrame en tu gentil lluvia. Los días que vivimos eran demasiado dementes. Nos encontraremos otra vez”

Cuando Jim Morrison habla en esta canción de la inconsciencia, ¿está hablando de dormir, de una sobredosis, de un pacto suicida? ¿Qué significa “el barco de cristal”? ¿el sueño como un viaje ocasionado por alguna droga? Son preguntas que se hicieron los críticos en su momento, pero posiblemente “The crystal ship” es simplemente una canción de amor, aunque eso sí, inspirada en la poesía de Blake y tomando parte de la letra del manuscrito irlandés del siglo XII “El libro de la vaca parda”, en el que el héroe Connia era cortejado por una diosa que lo lleva a un paraíso terrenal en un barco mágico hecho de cristal.

También se dice que Morrison escribió la canción después de tomar LSD mirando las luces de una plataforma petrolera en alta mar, en la playa de Isla Vista en Santa Bárbara, California.

Patti Smith, la “madrina del punk” hablaba de una conexión profunda con Jim Morrison, al que calificaba de gran poeta e intérprete único, que le sirvió de inspiración desde que fuera a ver a The Doors por vez primera en 1967 cuando ella solo era “una chica de Jersey que trabajaba en una librería”. A partir de ahí decidió que ella también quería ser cantante.

Jim Morrison no vivió para ver a Patti Smith hacer realidad su sueño. En los conciertos de Smith nunca faltó un sentido homenaje a las canciones de The Doors, como en el dado en Hamburgo en el año 1996.

“The Crystal Ship” (live) – Patti Smith

Una versión muy diferente es la de Andrea Corr, irlandesa de Dundalk, solista de The Corrs grupo folk y familiar que la catapultó a la fama en la década de los noventa, y que publicó en el año 2011 “Lifelines” repasando en solitario clásicos, desde un plano muy íntimo.

“The Crystal Ship” – Andrea Corr

The Doors no era sólo Jim Morrison a pesar de su apabullante personalidad. De hecho, nunca hubieran sido lo mismo sin el teclista Ray Manzarek, verdadero artífice del sonido de la banda, que suplía además la falta de bajista incorporando a su teclado un pequeño piano electrónico portátil que se modulaba y podía sonar cercano a un bajo de cuerda, y que Manzarek podía tocar, en su caso, con la mano izquierda. Ingenioso.

Si la interpretación de Morrison en “The crystal ship” es conmovedora, el trabajo de Ray Manzarek con el constante interludio de su teclado es esencial en la delicada belleza del tema.

En el año 2011, Ray Manzarek en el Chesapeake Bay Blues Festival, rendía homenaje a su amigo Jim Morrison tocando, esta vez en solitario, “The crystal ship”.

Ray Manzarek teclista, arreglista y cineasta, creador del “sonido Doors” murió en el año 2013.

Muchos años atrás, en 1971, en su casa de París había muerto, en circunstancias nunca esclarecidas, el carismático líder de The Doors, Jim Morrison a los 27 años, diez meses después de la muerte de Janis Joplin y a la misma edad.

1967 a 1971 fueron años suficientes para The Doors, que no sobrevivieron como grupo a la muerte de Morrison.

La inscripción griega KATA TON AIMONA EAYTOY significa “según su propio demonio” aunque también se interpreta como “fiel a su propio espíritu” y fue colocada en la tumba de Morrison en 1990 por George Stephen Morrison, el padre de Jim, poco antes de ese frío día de invierno en que mi madre y yo nos acercábamos hasta ese rincón en el cementerio de Père Lachaise, París, en el que a Jim Morrison nunca le falta compañía.

“El barco de cristal está a punto de partir. Un millar de chicas, un millar de estímulos, un millar de maneras de gastar el tiempo; pero, déjame vivir un solo día junto a ti”

Le métèque – Georges Moustaki

En este mismo blog de canciones, al hablar de Paco Ibáñez y sus “Palabras para Julia” me venía la imagen de una de mis profesoras de Literatura de aquel lejano B.U.P. que yo cursé, que llegaba a clase con el doble LP de “Paco Ibáñez en el Olympia” y ahí estábamos, tan felices (no es ironía, lo estábamos) cantando los versos que iban desde Góngora o Quevedo a García Lorca y Gabriel Celaya, que de todo tocaba.

Volvemos al insti, pero esta vez el que abre la puerta con los discos bajo el brazo es José Ramón, el profe de francés, barba blanca y gafas de intelectual, a veces un poco pedante, pero de los que aprueba. La semana pasada tocó “Mourir por des idées” de Brassens, pero hoy parece que va a poner a Moustaki (“otra vez, a este paso nos vamos a aprender todo el disco”)

Me consta que esta escena, que es real, se reproducía en decenas de institutos y colegios, en las aulas de bachillerato, clase de francés. Moustaki, Georges sonaba mucho, porque sus letras eran sencillas y su pronunciación perfecta. Venía fenomenal para aprender la lengua gala, y yo misma puedo decir que, aunque he olvidado mucho del francés que aprendí, canciones de Moustaki podría cantar unas cuantas (dejémoslo en fragmentos) de memoria: “Ma liberté”, “Le facteur”, “Nous sommes deux”, “Il y avait un jardin”, “Dix-sept ans”, “Ma solitude” y, por supuesto “Le métèque”.

Moustaki, en “Le métèque” cuya traducción viene más o menos a ser “el extranjero”, se dibujó a sí mismo.

Alejandría, la ciudad egipcia asomada al Mediterráneo, vio nacer a Yussef Mustacchi en 1934. Sus padres eran originarios de Corfú, (esa bella isla griega de atardeceres imposibles) y también eran judíos emigrantes a Egipto, donde abrieron una librería, lugar de reunión de intelectuales y artistas.

En la década de los cincuenta llegó a Francia, país al que siempre consideró su hogar, aunque la nacionalidad francesa no le llegaría hasta 1985. Durante mucho tiempo fue un expatriado que vendió libros de poesía, trabajó en la prensa, en un piano bar o tocando la guitarra porque se le daba bien, aunque también le gustaba pintar.

En los cabarés parisinos conoció a Édith Piaf con la que vivió un romance y para la que, además Moustaki compuso alguno de sus más célebres temas, como “Milord”. De la mano de Piaf, comienzan sus primeras actuaciones y, aunque el amor no perduró, el primer paso ya estaba dado.

Y mientras viajaba por ejemplo a Grecia, la patria de sus padres, y seguía componiendo para otros como Yves Montand, en 1969 una canción le llevará al éxito y le obligará a vencer su confesado miedo escénico al exponerse al público. “Le métèque” marcó el inicio de una vertiginosa carrera en los siguientes años.

Una voz cálida y sensible, en la línea de Brassens (al que consideraba su maestro y del que adoptó su nombre), una personalidad de poeta, con ese aire bohemio tan seductor. ¿Cómo no enamorarte de él al oírlo cantar?

“Avec ma gueule de métèque, de juif errant, de pâtre grec, et mes cheveaux aux quatre vents”

Capaz de hablar en árabe, italiano y francés, cantó en esos idiomas y también en griego, portugués o alemán, dejándonos también de su propia voz, la versión en español de “Le métèque”

El extranjero – Georges Moustaki

Habitualmente vestido de blanco, Georges Moustaki parecía estar siempre acompañado de la brisa mediterránea y de una sonrisa amable. Amante de los libros, de la buena mesa, del pasear sin prisa, del amor.

Gran viajero, Moustaki recorrió el mundo con sus canciones. Buscó influencias en países del norte y del sur. Realizó giras que le permitían encuentros y reencuentros con personas diferentes hallando, durante toda su trayectoria artística, a un público entregado que se sabía sus canciones.

También yo tuve el placer inmenso de ver cantar a Georges Moustaki en uno de los últimos conciertos que dio en nuestro país, constatando que éramos muchos los que cantábamos con él, lo que me hacía pensar que a lo mejor habían tenido la misma experiencia que yo, en mis lejanas clases de francés.

El mítico teatro Olympia de París, en el que un tímido Moustaki veía actuar entre bastidores a Édith Piaf, y en el que actuó en solitario ya como artista consagrado, durante los últimos años de la década de los setenta, fue también el marco elegido para la primera edición del proyecto de Jean Félix Lalanne “Autour de la guitare” en el año 2000, que tuvo como invitado a Georges Moustaki que junto a la cantante francesa Zazie, interpretaban a dúo “Le métèque” con pasos de sirtaki incluidos, realzando el sabor griego de la canción.

Le métèque – Georges Moustaki & Zazie

Renaud es un popular cantante y actor francés. Sus obras con uso frecuente de la jerga francesa y la singularidad de sus frases, lo convierten en alguien muy peculiar. En el periodo que va de los años setenta a los noventa, tuvo mucho éxito, pero después su carrera atravesó altibajos y pasó por depresiones y por problemas de alcoholismo. Alterna las bromas y el humor con la crítica social. Es polémico y “molesto”, siempre comprometido con los derechos sociales, el ecologismo o el antimilitarismo.

En el 2022 publicó un álbum de versiones de canciones clásicas francesas titulado “Métèque” un título que, reconoce, cambio su vida. El disco alcanzó el número uno en las listas francesas. La lectura de “Le métèque” a lo Renaud resulta, cuando menos, original, al igual que su videoclip.

Si una ciudad como Alejandría, en Egipto, vio nacer a Georges Moustaki, otra ciudad mediterránea, Niza, lo despidió, a los setenta y nueve años, el 23 de mayo del año 2013.

Universalista, declaró alguna vez que no se sentía perteneciente a ningún movimiento, ni lugar geográfico ni a dogma de ningún tipo.

“Prefiero pensar en mí mismo como un judío que pertenece a una gran comunidad que no tiene bandera, país o frontera, ni nada”

A Moustaki, le gustaba explicar que “métèque” venía del término de la antigua Grecia “meteco” y que simplemente significaba “no griego”

Extranjero, emigrante, migrante, inmigrante, meteco, forastero, bárbaro, apátrida, ciudadano de ninguna parte, ciudadano del mundo, son palabras que confluyen en una sola, en la que todos encajamos, persona.

No surprises – Radiohead

Cuando menos lo esperas, aparece una canción que te impacta, te remueve y no te la sacas de la cabeza, hasta que finalmente decides que vas a prestarle la atención que reclama, a ver si así te deja en paz.

Es lo que me ha pasado con el tema “No surprises” de Radiohead.

De Radiohead (Oxford, Inglaterra) había escuchado muuuuchas veces, ese himno de la baja autoestima titulado “Creep”, que pertenece a su primer álbum “Pablo Honey” publicado en 1993, en el que la banda británica sonaban a R.E.M. (a los que admiraban) y a Nirvana. Guitarras potentes, sonidos “sucios” a lo grunge, letras depresivas a lo Cobain.

(Cuando nombro el año 1993, pienso en aquel “annus horribilis” en que mi vida estaba literalmente patas arriba)

Pero Thom Yorke y su banda estaban en plena metamorfosis y con su segundo trabajo “The Bends” (1995) que se acercaba más al “Brit pop”, iban tomando un camino más personal y maduro.

(¡Anda, qué casualidad, en ese mismo año a mi vida le pasaba lo mismo!)

En 1997 con “Ok Computer”. Radiohead tiene por fin un sonido propio. Se han nutrido de música clásica, electrónica, de jazz. Han dado rienda suelta a su creatividad y aunque continúa siendo un álbum triste, casi existencial, ya nada tiene que ver con esa “depre” adolescente de “Creep”.

(En 1997, mi vida había cambiado por completo. En ese año puedo decir que comencé a poner la base de mi “yo” actual. Ya estaba dentro del sistema, lo había conseguido. ¿Y ahora qué?)

En “Ok, Computer” Thom Yorke abre su alma. Nos habla de la muerte, de la soledad, de la rutina de nuestros trabajos sin alma, de la indiferencia de la clase política, del consumismo, de la globalización, del vacío que sentimos al final del día, de la insatisfacción.

(¿qué queda de aquella chica que soñaba? Dentro de mi particular cápsula, la vida pasa, tranquila y sin sorpresas. ¿Era esto lo que yo quería?)

“No surprises” pertenece al album “Ok,Computer”. Es una canción amable, con un comienzo de campanitas (glockenspiel) y un sonido como de canción de cuna, inspirado en el “Pet Sounds” de Beach Boys de 1966. También se habló de que querían recrear el ambiente de una canción de Marvin Gaye o de la canción “What a wonderful world” de Louis Armstrong

La cosa cambia si se ve el vídeo, y se repara en la letra de la canción. “No surprises” se convierte en una canción oscura que no te deja indiferente.

“Un corazón lleno como un vertedero, un trabajo que lentamente te mata, heridas que no sanarán. Te ves cansado e infeliz. Derroca al gobierno, ellos no hablan por nosotros. Llevaré una vida tranquila, un apretón de manos de monóxido de carbono.

Sin alarmas ni sorpresas. Una casa tan bonita y un jardín tan bonito. Silencio, silencio”

“No surprises” fue escrita por Thom Yorke en su camerino de Oslo (Noruega) cuando estaban de gira con R.E.M. en 1995. Hay un momento en la letra que dice “un trabajo que te mata lentamente” que sirvió de base para el vídeo (dirigido por Grant Gee) que, en tiempo real quiere transmitir la sensación de esos segundos que te van asesinando. Fee se inspiró en la película “2001, una Odisea en el Espacio” de 1968 y en la serie de televisión UFO. El cantante lleva un casco de astronauta y, en un momento dado se va llenando de agua. Sigue cantando intentando desplazar la cabeza sobre el nivel del agua, hasta que se llena por completo y se queda inmóvil. El agua se libera y entonces sonríe (no sé si es mucho decir) y sigue cantando.

En realidad, parece que se aceleró parte de la canción y de la velocidad de la cámara. Aún así no debió de ser fácil para Thom Yorke contener la respiración por más de un minuto. Hay algún vídeo que muestra parte del proceso.

The making of no surprises

Tras ese “Ok Computer” con un Radiohead reflexivo que retrata esa década de los noventa en la que todo está transformándose, en el 2000 llegó “Kid A”, con un sonido más experimental y arriesgado, que desconcertó a unos, tanto como entusiasmó a otros. “Amnesic” un año después fue su segunda parte. En el periodo 2013 a 2011 llegaron “Hail to the thief” “In Rainbows” y “The king of limbs”, sonidos electrónicos, rock alternativo, música híbrida y también las guitarras estridentes de sus inicios, con letras intelectuales y sociales.

Radiohead son Thom Yorke vocalista, Phil Selwey, baterista, Jonny Greenwood y Ed O’Brian guitarras y Colin Greenwood, bajo eléctrico. Cinco músicos reinventándose. Traspasando la frontera entre los noventa y el nuevo milenio, captando el cambio y adaptándose. Con letras que van desde el ataque al capitalismo y a la moral autocomplaciente, al cuestionamiento de nuestras vidas absurdas, con trabajos rutinarios, sin alarmas ni sorpresas, el hombre aislado y desolado del siglo XXI.

Para que no todo sea tan serio y existencialista, he encontrado una versión de lo más relajante y divertida de “No surprises” de la clarinetista y vocalista de Nueva Orleans Chloe Feoranzo. Chloe descubrió el jazz muy joven y ha ganado muchos premios. También es bailarina de swing. En diciembre de 2016, interpretaba con Postmodern Jukebox (un colectivo con base en Nueva York, que reelabora la música moderna en géneros como el swing o el jazz) esta deliciosa “No surprises vintage”

No surprises vintage – Chloe Feoranzo

También en el 2016 se publicaba el último disco de estudio de Radiohead: “A moon shaped pool”. Con ese título tuvo lugar la última gira de la banda que recaló en el Festival Park Werchter (Bélgica) en junio de 2017. Entre los temas que tocaron y, abriendo el turno de bises, sonaba, una vez más “No surprises”

“No alarms and no surprises, please, such a pretty house and such a pretty garden. No alarms and no surprises (get me out of here)”

¿A cuántas cosas hemos renunciado por una vida “sin sorpresas”? ¿Se está llenando lentamente de agua la burbuja que nos mantiene “a salvo”? tal vez “una casa y un bonito jardín” no sea suficiente. ¿Estamos viviendo o sobreviviendo en una hermosa cápsula de cristal? ¿Realmente ha valido la pena todo este camino de esfuerzo para llegar hasta aquí?