
Los noventa fueron para mí años de transición. Como si hubiera entrado por una puerta y salido por otra y mi vida hubiera dado un giro de ciento ochenta grados.
Todo a mi alrededor estaba cambiando demasiado deprisa y la vida, muy desconsideradamente, me daba un empujón tras otro diciéndome: “¡Espabila!” “Bueno, si te pones así” le respondía yo con pocas ganas.
Si me sitúo más o menos a la mitad de la década, tengo una imagen de mi misma que ahora me parece rara. Voy a tiendas de discos y me compro algún que otro cd. Alquilo vídeos de vhs para ver en casa. Tengo un ordenador inmenso sin conexión a internet y mi móvil tiene botoncitos y solo sirve para llamar a la gente.
Va a ser que también el mundo, como yo, estaba en una etapa de transición en los convulsos noventa.
Si pienso en aquellos años, hay una voz dulce y un tanto melancólica que me acompañó desde su Irlanda natal, la de Dolores O’Riordan, cantante de The cranberries, que en la portada del cd “No need to argue” (que fue de los que me compré) está sentada en el suelo y mira hacia otro lado, como desconectada del resto de sus compañeros.
The cranberries se fundó (sin Dolores) en 1989. “No need to argue” lanzado en 1994 fue su segundo álbum de estudio, y con él la banda despegó por todo lo alto, muy especialmente con “Zombie” su canción más famosa. Los tres chicos que acompañan a Dolores en el sofá y que miran a cámara son Noel Hogan (guitarra) Mike Hogan (bajo eléctrico) y Fergal Lawler (batería). Dolores O’Riordan que se incorporó a The Cranberries en 1990 sustituyendo a Niall Quinn, también tocaba la guitarra y teclados además de ser la principal compositora y arreglista de los temas de la banda, algunos en co-autoría con Noel Hogan.
Todas las canciones de “No need to argue” están llenas de un lirismo especial que te conmueve. La inimitable voz de Dolores, su carisma, su emocional manera de interpretar los temas, su característica forma de cantar (¿a lo tirolés?) sus letras tan sinceras como comprometidas o tal vez las influencias de folk celta del grupo, originario de Limerick (Irlanda) les hicieron especiales, aunque Dolores estaba un punto por encima de los demás y ellos lo sabían.
Seguí más o menos la carrera de The cranberries hasta el final (aunque no escuché los discos posteriores tanto como “No need to argue”) y creo que aparte de sus canciones, me atraía mucho la personalidad de Dolores. Su fuerza bajo su fragilidad. Su aspecto de duendecillo andrógino, de persona que hace lo que le da la gana, sin mirar hacia los lados. ¿Se puede transmitir la sinceridad? Yo creo que toda ella rezuma verdad.
Por eso he elegido una de sus canciones más íntimas e introspectivas “dreaming my dreams” que es una simple canción de amor, que cantó con acompañamiento orquestal en 1994, en el programa de la BBC “Later with Jools Holland”. Rodeada de gente, el foco de atención es Dolores, tan pequeñita, con su pelo rapado y su mirada firme, segura de sí, hablando tranquilamente de la importancia de que la persona que amas sepa que tu amor está ahí y que soñarás tus sueños junto a ella.
La crítica maltrató a The cranberries en muchas ocasiones. Su procedencia rural, su desapego de los medios, la personalidad de Dolores O’Riordan (hoy diríamos muy políticamente incorrecta) no ayudaban. Tuvieron una carrera con altibajos y separaciones varias, que duró hasta el año 2019, un año después de la absurda muerte de Dolores, que me pilló totalmente desprevenida, como a Dolores en la portada de mi ya viejo cd, mirando hacia otro lado.
Desde mi vida, mucho más cómoda entonces, recordé a la inestable Dolores O’Riordan, a The Cranberries, que estuvieron conmigo en los malos tiempos y, desde los noventa, los traje al presente, incluyendo muchos de sus temas en mis listas de Spotify.
Y por si queda alguna duda, aquí están, formando parte de las canciones robadas al tiempo. Y no será la última vez.