Llamando a la Tierra – M Clan

Estemos donde estemos y sea cual sea nuestra realidad, seguro que no es tan inquietante y desoladora como la del mayor Tom, el astronauta que tras ser lanzado al espacio ha perdido el contacto con la torre de control y se encuentra dentro de su nave, flotando en el tiempo, como un cow boy del espacio interestelar, dando vueltas y más vueltas en un permanente estado de incertidumbre, sin saber si logrará restablecer la comunicación con el Planeta Tierra, si volverá a ver a las personas a las que ama, si regresará a su vida anterior, si se quedará a dos mil años luz, perdido en otra dimensión para siempre, siempre, siempre….. en una misión interminable, como viviendo en un cuento de ciencia ficción.

El “major Tom”, afortunadamente, no es real, sino un personaje ficticio creado por David Bowie en “Space Oddity”, tema editado como single por el cantante británico en 1969 y perteneciente al álbum del mismo título. La compuso tras ver “2001: Una Odisea en el espacio” (1968) de Stanley Kubrick y diez días antes de la llegada a la luna del Apolo 11 y es considerada por muchos una de sus obras maestras, siendo utilizada por la BBC en la retransmisión del alunizaje.

Me parece una historia tan fascinante, que no me extraña que, treinta años después, la banda murciana M-Clan quisiera rendir un homenaje a esta canción y a su personaje principal y lo hicieran con un estupendo tema, con el que consiguieron uno de sus mayores éxitos: Llamando a la Tierra”, que impulsó definitivamente al grupo a la popularidad.

Claro que en realidad se trataba de una versión de una canción mucho más antigua: “Serenade from the stars” creada por la Steve Miller Band en 1976, que habla de una placentera estancia entre las estrellas, de la que los M – Clan tomaron únicamente la melodía, o sea que en su letra no aparecía el mayor Tom ni la estrella en el cielo de Orión a que se hace referencia en “Llamando a la Tierra” y que es, en realidad, un nuevo guiño cinematográfico, esta vez a la película “Blade Runner” de Ridley Scott (1982) y al famoso monólogo final del replicante.

Así que Stanley Kubrick lanza a Júpiter al Discovery 1 con su supercomputador Hal, con el que juegan al ajedrez los tripulantes, David Bowie crea al major Tom, que flota en su trasto de metal, sin tener nada que hacer, la Steve Miller Band compone su “Serenade from the stars” (“Despierta y mira a tu alrededor, el tiempo es nuestro”) y “Blade runner” nos deja la imagen de un androide hablando de las naves incendiándose en la constelación de Orión.

De todo este lío de canciones, personajes y películas, se alimenta la icónica canción de M-Clan que comienza así:

“He visto una luz, hace tiempo Venus se apagó. He visto morir una estrella en el cielo de Orión. No hay señal, no hay señal de vida humana y yo, perdido en el tiempo, perdido en otra dimensión”

M-Clan, grupo creado en 1993 ha tenido dos componentes “de continuidad”: Carlos Tarque (voz) y Ricardo Ruipérez (guitarra) y otros que han ido variando en sus diferentes etapas. Santiago Campillo (guitarra solista) Pascual Saura (bajo) Iñigo Uribe (teclados) y Juan Antonio Otero (batería) formaron parte de la formación inicial. Lo suyo era el rock sureño, y tras dos álbumes (“Un buen momento” y “Colliseum”) que les afianzaron en la escena musical, la aparición del ex-Tequila Alejo Stivell en la producción de su tercer álbum “Usar y tirar” en el que aparece “Llamando a la Tierra”, supuso un cambio de registro en su carrera, cambiando a sonidos más actuales y por qué no decirlo, mucho más comerciales, que les abrieron las puertas al gran público.

Si acertaron de lleno con “Llamando a la Tierra”, superando sus expectativas, algo tendría que ver el que la canción versionada, o sea, esa “Serenade from the stars” de la Steve Miller Band, ya era muy buena (de hecho, posiblemente superior) y realmente M-Clan utilizó los mismos acordes y ritmos de la original así que, aunque contaran una historia diferente, lo tenían muy fácil.

Serenade – Steve Miller Band

Creo que yo conocí las dos canciones simultáneamente porque la versión me llevó a la original. De “Llamando a la Tierra” me gusta su inspiración en la vieja historia de Bowie y creo que la voz de Carlos Tarque le da un encanto peculiar, pero a la vez encuentro que la “Serenade from the stars” de la Steve Miller Band, una de las agrupaciones más longevas del rock n roll, musicalmente tiene una fuerza superior. Steve Miller, que tuvo como padrino a Les Paul y creció tocando blues en Texas, llegó a California con nuevos proyectos, fundando la Steve Miller Band. Su musica estuvo influenciada por el soul y el blues, por la psicodelia y, por supuesto, el rock. A mediados de los setenta se pasó a un rock más comercial y su primer gran éxito fue “The joker” en 1974. “Serenade”o “Serenade from the stars” pertenece al álbum “Fly like an angel” que fue publicado dos años más tarde con éxito más bien discreto. Su poética odisea en el espacio únicamente fue lanzada como single en 1977 en Reino Unido. Otro recordado tema de la banda es “Abracadabra” en 1982.

En cuanto a los chicos del “clan del murciélago” (de ahí viene la M de M-Clan) continuaron con la buena racha en el 2000 publicando “Sin enchufe” con temas propios y versiones, y lanzaron sucesivos discos, que van desde el rock tranquilo de “Defectos personales” hasta el nuevo encuentro con las raíces del rock and roll en su “Delta” del 2016, con recopilatorios entremedio y celebración de su 20 aniversario incluido en su disco “Dos noches en el Price”, publicado en el 2012.

No hay luces sin sombras, en este caso las desavenencias personales motivaron la salida de Santiago Campillo ya en el 2000 y ha habido un cierto baile de salida y entrada de componentes en toda la trayectoria del grupo, además del fallecimiento de dos de los miembros iniciales: Pascual Saura en el 2010 y Juan Antonio Otero en el 2021.

“Petit Comité” es un disco publicado en el 2022 en el que Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez documentan el resultado de año y medio de gira acústica a la que recurrieron tras la pandemia, como ellos dicen un poco “a la desesperada”, alternando sus viejas y nuevas canciones. Se grabó en directo en Barcelona en la sala Barts el 16 de Diciembre de 2021 y también sirvió de reencuentro de los dos músicos que probaron suerte en solitario en los años anteriores.

De ese directo, el siguiente vídeo recoge uno de los momentos más emotivos y esperados por el público de M-Clan, cuando es el turno de su ya mítico “Llamando a la Tierra”

Me pregunto qué pensamientos ocuparán la mente del solitario capitán de la nave interestelar en tantas largas horas de soledad, vagando sin rumbo por el espacio en un día sin final, aunque le quede el consuelo de jugar al póquer con su ordenador y se diga a sí mismo que, después de todo, no se está tan mal y que quién sabe si no terminará por hacerse amigo de las estrellas y, aunque restablezca la comunicación con el lejano planeta Tierra, decida no regresar jamás.

Demasiado corazón – Willy DeVille

Un viernes de febrero. Año 1994. Suena el teléfono en mi casa, es para mí:

“Mi amigo: Oye, me han regalado en el curro dos entradas para un concierto. Igual te apetece.

Yo: ¿De quién?

Mi amigo: No sé, un tío así un poco macarra, seguro que a ti te gusta, je je.

Yo: (Vaya concepto que tienen de mí algunos) pero ¿cómo se llama?

Mi amigo: Mmmm…. Deville o algo así

Yo: (No tenía otra cosa mejor que hacer ese viernes) no me suena, pero bueno, vale”

Y con esta “maravillosa” información, nos fuimos mi amigo y yo a uno de los conciertos de la gira que en 1994 el norteamericano William Borsay, Willy DeVille, dio en España, sin tener la más remota idea de a quién íbamos a ver.

Fue una sorpresa absoluta y un flechazo (por mi parte, claro) instantáneo. Aquello era mucho mejor de lo que esperaba. Cuando le vi aparecer (recordemos que no había internet, al menos de de uso común, ni por tanto Google ni otra fuente de búsqueda) era como si el Capitán Garfio de pronto se hubiera vuelto romántico y le hubiera dado por cantar y sofisticarse un poco con los años. Levita larga, camisa con chorreras bajo el chaleco, tupé y pelo largo, fino bigotito de corsario. Por el micrófono subía una hilera de rosas rojas. Todo un personaje.

Bailé y disfruté como una loca. Mi amigo un poco menos, la verdad. Algunos temas me sonaban algo, la mayoría nada de nada, pero aquello era envolvente y no tenías más que dejarte llevar. Cuando salimos yo no hacía más que repetir el estribillo de la canción que más se me había quedado: “ Demasiado corazón, demasiado corazón”

Lo más parecido, sobre todo por el año en que tuvo lugar (1994) es este vídeo de su actuación en Montreux, que dio lugar a un doble LP con sus mejores canciones, entre las que no podía faltar la que le dio más popularidad, ese “Demasiado corazón” aderezado con ritmos latinos.

Y con este recuerdo de una noche memorable, dejé a Willy DeVille un poco olvidado durante unos cuantos años, aunque no del todo, porque Willy de vez en cuando se cruzaba en mi mapa sonoro vital. A veces era una canción que me gustaba y que era de un tal Mink DeVille (¿Mink? ¿pero no era Willy?) otras veces revisando la banda sonora de una vieja película (¿esa canción tan romántica la canta Willy DeVille?) o encuentros fortuitos en forma de versiones de temas como “Hey Joe” o “Stand by me” debidas a….¿Willy DeVille? Si, el mismo que falleció el 6 de agosto de 2009 en el Hospital Cabrini de Nueva York, cáncer de páncreas y hepatitis C, a los 58 años (¿o ese era William Borsay?)

Por poner un punto de partida, la trayectoria de este músico de raza, comienza a finales de los setenta, en plena escena punk neoyorkina fundando la banda Mink DeVille. El soul, el rock and roll más tradicional, el R&B, el jazz o los ritmos latinos ya estaban presentes en su primer álbum “Cabretta” que vio la luz en 1977. “Return to Magenta” (1978) y “Le chat bleu” (1980) compuesto en parte a orillas del Sena, fueron sus siguientes discos con los Mink y para muchos estos tres álbumes, aparte de contar con algunos de sus grandes temas, definen a la perfección a DeVille (al fin y al cabo el alma de la banda) que derrochaba pasión y actitud, dejándose seducir por todos los sonidos que encontraba en su camino y dejándoles al pasar su particular toque canalla que, curiosamente, encajaba mejor en Europa que en los Estados Unidos.

En 1983 aparece “Where angels fear to tread” que incluye su “Demasiado corazón” bastante similar al que se pondría de moda en los noventa con la publicación del álbum “Live”. Eso sí, en los ochenta encontramos a un Willy DeVille menos curtido en los mares y más callejero y urbano, sin perder las maneras de seductor.

Demasiado corazón – Mink DeVille (Top of the tops – 1985)

A partir de 1987 Willy DeVille navega en solitario, destacando su colaboración con Mark Knopfler que produjo su disco “Miracle”. Uno de sus temas “The bookstory Love”, una canción un tanto comercial y melosa, formó parte de la B.S.O. de “La princesa prometida” (1987) por la que obtuvo una nominación para el Oscar.

Willy DeVille podría haberse instalado, con este empujón, en un terreno más cómodo, pero (ya lo iremos conociendo) en lugar de eso se fue a Nueva Orleans en busca de nuevas inspiraciones y se trajo el sonido cajún y otros ritmos locales que cristalizan en su trabajo “Victory Mixture” (1990) y un par de años más tarde “Backstreets of desire”, otro disco inmenso grabado en Los Ángeles, donde encontramos su célebre versión del “Hey Joe” popularizado por Hendrix, con acompañamiento de mariachis. En el 93 llega el álbum “Live” con el que se hizo famoso en nuestro país y así llegamos al año en que yo voy a su concierto y salgo tarareando ese viejo tema de los 80, que de pronto empieza a sonar por todas partes.

Me deja una sensación extraña comprobar que “Demasiado corazón” esa canción alegre y vital con un ritmo tan bailable, en realidad tiene una letra bastante triste.

Every morning I’m broken, Every day I die, Every night I weaken and every night I cry”

El hombre que todos los días está roto y muere y que cada noche se debilita y llora, tuvo que hacer frente a su adicción al alcohol y a la heroína, que consiguió superar. Se casó tres veces, descubriendo el cadáver de Lisa, su segunda mujer, que se suicidó. Una vida difícil y agitada, pasión gitana, demasiado corazón.

Honesto y sincero en su música, romántico a su manera salvaje y sucia, Willy se reinventa, renace de sus cenizas una y otra vez, explorando nuevos sonidos, como los de los nativos americanos, mezclando rock, soul, blues, country, doo-woop, ritmos latinos y mariachis. Hubo cinco álbumes más, el último “Pistola” se publicó el día de Mardy Gras de 2008, en claro guiño a sus raíces musicales en Nueva Orleans.

El cofre del pirata está lleno de tesoros a descubrir. Willy DeVille es siempre el mismo y cada vez es diferente. En su última etapa cultivó una estética a lo indio americano. Nada que ver con el pirata que me enamoró. Su interpretación es más profunda, su voz más rasposa y su presencia un tanto patética como en esta interpretación de “Demasiado corazón” en el Festival internacional de Jazz de San Javier (Murcia) en el año 2007.

Standing in the shadows of the sky above, No one knows I’m crying, beaten by my love”

Esto sólo ha sido una carta de presentación, la punta del iceberg, la parte más popular y visible. Queda más. Será su espléndida “Spanish Stroll” o ese potente “Cadillac Walk” que llevo escuchando toda la semana, ambas de su primer disco “Cabretta” o tal vez esa canción que sonaba en “La princesa prometida” esa encantadora película de princesas y piratas (Si, Willy DeVille también tenía algo de Iñigo Montoya) que he visto con mis hijas más de cinco veces.

Demasiado corazón” fue mi primera canción de Willy DeVille, por eso la he elegido para un reencuentro que tarde o temprano tenía que suceder. Sé que me queda mucho por descubrir de este músico inagotable, que surcó todos los mares, viviendo la aventura de la música con riesgo y valentía, pero del que me queda la sensación de que, aunque apostó fuerte, la suerte no siempre estuvo de su lado.

Stop! In the Name of Love – The Supremes

Llevaba acompañándome mucho tiempo, aunque yo nunca lo había llamado así: “Sonido Motown”, pero claro que sí, entre los viejos singles que formaban parte de la colección familiar, estaban The Temptations, Stevie Wonder, Jackson Five, por citar a los más conocidos y, por supuesto, The Supremes, que a partir de un determinado momento antepusieron a su nombre el de su cantante líder: Diana Ross.

Para mí, que llevaba escuchando esos discos desde mi más tierna infancia, era música que te hacía bailar y cuando se trataba de grupos de chicas que, por algún extraño motivo, siempre salían de tres en tres, aquello era el colmo del “glamour”, vestidos ajustados, lentejuelas, enormes pendientes y esos peinados que subían y subían.

Antes de la existencia del milagro “youtube” había que conformarse con las portadas de los discos y echarle imaginación, pero seguro que si yo hubiera visto en su momento la coreografía de The Supremes en “Stop! In the Name of Love” me hubiera encantado. Coreografía que era debida a dos miembros de The Temptations, Paul Williams y Melvin Franklin, que se inventaron rápidamente unos cuantos pasos para la actuación de sus amigas, minutos antes de que éstas salieran a presentar su canción para la televisión británica, así improvisando.

Diana (Ross) Mary (Wilson) y Florence (Ballard) no paraban de presentar sus canciones en diferentes shows de moda, el “Sonido Motown” triunfando y el fenómeno “Supremes” generando una expectación solo comparable a la de los Beatles.

Y allí estaban ellas, como en esta actuación en “The Hollywood Palace” exuberantes con sus vestidos de noche, sus guantes, los pendientes brillando, los ojos bien pintados de negro. El brazo derecho estirado, con la palma de la mano abierta cual guardia de circulación, suave contoneo de caderas, unos pasitos y, sobre todo, su gran sonrisa….

“Stop! In the Name of looove, before you break my heart…”

Y ¿cuando empezó todo esto? Pues en 1959, cuando en Detroit se creó el grupo “The primettes” con Florence, Mary y Betty McGlown, al que se incorporó más tarde Diana Ross. En 1961 firmaron con la reciente compañía Motown, dedicada a la música afroamericana y cambiaron su nombre a “The Supremes” ya convertidas en trio.

Su primer éxito les llegó en 1963 con el tema “when the lovelight starts shining through his eyes” compuesta por los músicos Holland-Dozier-Holland que llevaban la batuta de la elaboración de irresistibles melodías pop para que las “niñas mimadas” de la Motown llegaran a lo más alto y así surgieron “Where did our love go” (primer número uno) “Baby love” “Come See about me” y “Stop! In the Name of love”. A partir de 1964 nada parecía detener a las tres glamourosas Supremes.

“Stop! In the Name of Love” tiene una curiosa historia real detrás, ya que habla de una infidelidad y resulta que Dozier, uno de los compositores, fue sorprendido “in fraganti” por su novia y le soltó (a ella) la susodicha frasecita, que no le funcionó demasiado, pero le hizo pensar que podía servir para una canción de The Supremes, eso sí, cambiando los roles, porque serían ellas las que se la dirían al chico infiel. Un argumento de lo más tradicional, por aquello de que a ella le toca perdonar la infidelidad y luchar por mantener viva la llama del hogar. Conviene recordar en qué año salió esta canción y cómo era entonces la sociedad.

Las canciones de The Supremes eran más pop que “soul” y terminaron yéndose hacia la musica “disco”, siempre cultivando una imagen sofisticada y unas cuidadísimas coreografías. Con “I Hear a Symphony” tuvieron su sexto número uno y el décimo con “The happening” en 1967. El principio del fin, porque el cuento de hadas, para alguna de ellas, estaba a punto de terminar.

Diana Ross era la voz principal del grupo y eso a Florence Ballard no le hacía mucha gracia. Así que cuando en 1967 Berry Gordy, el creador de la Motown (y pareja de Diana) les anunció que el trío iba a pasar a llamarse “Diana Ross & The Supremes” aquello fue demasiado para Florence, que abandonó la formación, siendo reemplazada por Cindy Birdsong.

En 1969 Diana Ross comenzaría su carrera en solitario y Jean Terrel entró en The Supremes, que se mantendría con éxitos menores y algún otro cambio en sus componentes hasta el año 1977. Solo Mary Wilson estuvo hasta el final.

Como era de esperar, hay versiones y no pocas de “Stop! In the Name of Love”. De 1965 en adelante las de Billy Preston, Isley Brothers, Rare Earth, Claude François, Gloria Gaynor, por citar algunas de las más importantes y haciendo parada en la que hizo la banda británica The Hollies en 1983 (con Graham Nash de vuelta) que incluía interesantes armonías, pero que no tuvo ni la difusión ni el éxito esperado.

Stop! In the Name of Love – The Hollies

En España tuvimos la versión de Vicky Larraz en 1986, la de Latoya Jackson ya en los noventa, y de nuevo hago parada en una que me ha resultado muy sorprendente y actual, realizada en el año 2003 por la banda islandesa Bang Gang compuesta en exclusiva por el compositor y productor Barđy Jóhannsson, que además es presentador, diseñador de ropa y director de cine y que le da un giro a lo “indie” al popular hit de The Supremes.

Stop! In the Name of Love – Bang Gang

Diana Ross, que continuó su brillante carrera en solitario, en las décadas de los setenta y ochenta se convirtió en una diva de la “música disco”, logrando convertir su sueño en realidad y dejando muy atrás su pasado en los barrios de Detroit. Hizo incursiones en el cine, interpretando a Billie Holiday (“Lady sings the blue” 1972) lo que le valió una nominación para el Oscar, cantó a dúo con los más grandes: Marvin Gaye, Lionel Richie, Julio Iglesias o con su amigo Michael Jackson. Ha continuado sacando un disco tras otro hasta llegar al año 2022 en el que su álbum “Thank you” fue nominado al premio Grammy 2023 en la categoría de mejor álbum vocal pop tradicional.

Como no podía ser menos, Diana Ross sigue dando conciertos en los que se cambia constantemente de vestuario, siempre con espectaculares trajes. Las lentejuelas, las plumas, el maquillaje continúan siendo sus aliados, para ofrecer al público lo que espera de una gran estrella. En sus conciertos, como en éste dado en Glasgow en junio de 2022, hay una canción que nunca falta.

Parece que para que una estrella brille, otra tiene que perder toda su luz. Florence Ballard, cofundadora de The Supremes, en 1961 y que abandonó el grupo en 1967, tras fuertes discusiones con Berry Gordy, el todopoderoso jefe de la Motown, al no querer estar bajo la sombra de Diana Ross en el grupo, no tuvo éxito en su carrera en solitario. Tuvo problemas, tanto financieros como personales, que la arrastraron a una espiral autodestructiva que terminaría con su muerte en 1976, por trombosis coronaria producida por una combinación letal de pastillas para adelgazar y alcohol. Tenía 32 años.

Me quedo con los inicios, ya que nunca he seguido con interés la carrera de Diana Ross, por muy divina que sea y sí he tenido simpatía por The Supremes, con o sin Diana delante, porque eran estrellas de la Motown, esa discográfica que fue capaz de romper barreras raciales y revolucionar la industria musical con su potente sonido. Ellas, Diana, Mary y Florence, formaron parte del milagro y eso fue suficiente.

Al alba – Luis Eduardo Aute

Muchas veces, en reuniones con amigos de la universidad o compañeros de algún grupo de teatro al que pertenecí hace ya un porrón de años, alguien sacaba una guitarra (no necesariamente) y empezábamos a cantar el repertorio de canciones guardado para tales ocasiones, que pasaba por Serrat, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, Paco Ibáñez… Podíamos incluir a Moustaki, José Feliciano, Mercedes Sosa, Quilapayún… o alguien se arrancaba con “La bien pagá” de Miguel De Molina o canciones de la Piquer (aquí ya dependía del nivel de alcohol consumido) finalizando con el “Canto a la libertad” de Labordeta, que siempre quedaba bien.

Mi canción era “Al alba”, que a veces terminaba cantando yo sola porque era la única que me sabía la letra completa, ya que siempre me ha gustado eso de aprenderme y cantar mis canciones favoritas (como la vecina del piso de arriba me recordaba de vez en cuando) y “Al alba” lo era desde que se la había oído cantar a Rosa León, una cantante que me gustaba mucho.

Rosa León comenzó su carrera musical a partir de los años setenta. Muchos la recordarán con su larga melena y gafas redondas, cantando con su guitarra canciones infantiles, por las que se hizo muy popular en la década de los ochenta. Pero esa era sólo una de sus facetas. Rosa, que también compuso sus propias canciones, algunas realmente hermosas, o interpretaba las de otros, se caracterizaba, sobre todo en sus inicios, por un fuerte compromiso político y social. En 1975 grabó “Al alba” que su amigo Luis Eduardo Aute compuso para ella y le entregó como “una canción de amor”

Pero a esa canción de amor, cuyos versos evocaban oscuros presagios y que te dejaba una sensación de frío interior, la cantante le dio su propia interpretación, más acorde con lo que consciente o inconscientemente quiso escribir el propio Aute, aunque según él mismo explicó tantas veces, no sabía cómo hacerlo sin resultar demasiado explícito y sobre todo, siendo capaz de burlar la censura.

Y es verdad que toda la letra de “Al alba” está llena de símbolos, de imágenes que nos conducen hacia un mensaje final, escondido detrás de una bella canción de amor.

No sucedió al alba, sino entre las 9 y las 10 del 27 de septiembre de 1975, dos meses antes de la muerte de Franco y ante el clamor y la repulsa internacional. Eran el día y la hora en que se cumplía y ejecutaba la sentencia que condenaba a “la noche más larga” a cinco jóvenes, por delitos de terrorismo. Luis Eduardo Aute había escrito “Al alba” antes del terrible acontecimiento. La canción “salió desde el dolor” dijo el cantautor, que finalmente encontró las palabras adecuadas para hacer un alegato contra la pena de muerte y lo más importante, engañar a la censura inteligentemente, si bien Aute siempre mantuvo que “era una canción de amor que salió de otra manera”. Sea de la forma que fuera, cuando Rosa León cantaba “Al alba” en sus conciertos, la dedicaba (con valentía) a los condenados a muerte, presentándola como “los últimos pensamientos o la última carta que podía haber escrito cualquiera de los fusilados”

La verdad es que toda esta historia alrededor de la canción, yo la desconocía por completo cuando la cantábamos con o sin guitarra a mediados de los ochenta. En España todo había cambiado para entonces y cuando sucedieron los trágicos acontecimientos, era demasiado pequeña para enterarme de nada. Tiendo a pensar que “Al alba” desarrolló una especie de vida propia más allá de su creador y que a éste tampoco le importó que así sucediera.

En 1978 Luis Eduardo Aute incluyó su tema en el álbum “Albanta” producido por Teddy Bautista, siendo intérprete de su propia canción a la que daba un aire diferente, como se ve en este vídeo de 1983, en el que actúa con el grupo de folk- rock Suburbano que durante mucho tiempo fue su banda de acompañamiento.

Luis Eduardo Aute y Suburbano – Al alba

Hablar de Luis Eduardo Aute es hablar de un referente cultural imprescindible en nuestro país, que además de por la música, transitó por la pintura, la escultura, el cine, la poesía y cualquier manifestación artística que se le pasara por la cabeza, porque le gustaba ser “aprendiz de todo y maestro de nada”. Era un hombre tan sensible como sincero, lo que se veía en esa mirada suya que me gustaba tanto como su voz y es que Aute, a lo mejor sin pretenderlo, tenía mucho de seductor.

Habló, a veces en serio y a veces en broma, del amor, de la soledad, de la muerte, de la incomunicación, del cine, de la amistad… Difícil de etiquetar, fue un alma solitaria que supo rodearse de buenos amigos. Tuvo un reconocimiento unánime y muchas canciones inolvidables, de las que marcan para siempre.

Inventor del “giraluna” que es un girasol con cara de luna, metáfora de los que nadan contra corriente, decía que escribir canciones era un trabajo arduo, que era difícil conseguir que alguien se emocione con las palabras, pero él lo consiguió con creces. Se fue en la primavera del 2020 (ese año) pero su salud estaba seriamente resentida desde el 2016.

Luis Eduardo Aute cantaba de una manera intimista y sincera, como si lo hiciera para cada uno de nosotros. Así interpretaba en sus conciertos “Al alba” , transmitiendo sentimiento y ternura, como si fuera la primera vez que se producía ese intercambio mágico del creador y su público, en una comunicación perfecta.

Cuando con mis amigos yo me ponía a cantar “Al alba”, aquella canción cuya letra presumía conocer tan bien, sus versos cobraban un significado propio. Aquellas estrellas capaces de herir, la luna que sangraba (en una imagen tan lorquiana, por otra parte) la danza de los silenciosos buitres o la imagen imposible de unos niños que nunca existieron y comían flores en las cloacas, todo aquello que era “Al alba, se filtraba como agujas de hielo dentro de mí, pero era a la vez algo hermoso, porque las palabras estaban envueltas en la dulzura de unos amantes que deseaban que la noche no terminara jamás.

Solo la exquisita sensibilidad de este “mago de la belleza” como algunos le llamaron, pudo conseguir algo así. Gracias Aute.

As time goes by – Dooley Wilson

Diciembre de 1941. Casablanca, la ciudad portuaria marroquí, es el punto de encuentro de exiliados, espías, miembros de la Resistencia y nazis. En el café de Rick, el club nocturno más frecuentado del lugar, el bullicio acostumbrado. Quizás la situación de peligro en la que muchos de los que están allí se encuentran, les hace tener una exaltada alegría, como si no hubiera un mañana, sin que esto suene a tópico. El humo impregna el ambiente. Todos ríen y disfrutan de la música del viejo Sam que, como cada noche, está sentado al piano.

Pero hoy Sam tiene una petición especial que le hace una bella y enigmática mujer a la que conoce bien, precisamente la única canción que Rick, el cínico y desengañado dueño del local, le ha prohibido tocar. Ante la insistencia de ella, de Ilsa, el pianista no puede resistirse por mucho tiempo y una vez más As time goes by”, como en los viejos tiempos, comenzará a sonar…

La primera vez que vi “Casablanca” la película dirigida por Michael Curtiz en 1942, pensé “pues tampoco es para tanto”, pero volví a verla y no sé qué misterio encierra la mítica cinta protagonizada por Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, que en cada visionado (y llevo unos cuantos) crece y te gusta más, hasta que llega el momento de rendirse y estar de acuerdo con quiénes la consideran una indiscutible obra maestra, porque “Casablanca” lo tiene todo: una hermosa historia de amor (o de desamor, según se mire), excelentes interpretaciones de actores principales y secundarios, una magnífica fotografía en blanco y negro, un eficaz guion con un puñado de frases célebres y una gran banda sonora en la que destaca una inolvidable canción.

“As time goes by”, la canción compuesta en 1931 por Herman Hupfeld para el musical de Broadway “Everybody’s Welcome” fue elevada a la categoría de “canciones eternas” a partir de la interpretación de Dooley Wilson en “Casablanca”, aunque curiosamente Wilson no tocaba el piano (en su lugar lo hizo Elliot Carpenter) y en la película cantaba en “playback”.

Me quedo con su rostro expresivo y con su cálida voz que parecía hablarte al oído cuando comenzaban a sonar los primeros versos de la canción:

“You must remember this, a kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh. The fundamental things apply, as time goes by”

“As time goes by” – Dooley Wilson

Hay muchas versiones de este tema, que ha rodado por el mundo de boca en boca. De todos los estilos y épocas. Desde Bing Crosby, Sinatra, Nat King Cole a, en otro registro, Carly Simon, Bob Dylan, Rod Stewart e incluso las hay en español como la de Omara Portuondo e Ibrahim Ferrer, que suena algo así como:

“No debes olvidar, besar siempre es besar, igual que suspirar. En lo fundamental será que el tiempo va”

Pero hoy me toca elegir a mi, y siempre pienso que esta canción según quién y cómo la interprete, corre el peligro de edulcorarse un poco, por lo que las versiones que más me gustan son las que suenan en clave de jazz.

Una que me gusta especialmente es la grabada en 1944 por Billie Holiday.

As time goes by – Billie Holiday

Avanzando en el tiempo, no me resisto a poner la versión de esta increíble diva del jazz, que convertía en oro todo lo que cantaba y por la que siento debilidad, la gran Ella Fitzgerald actuando en Italia en el año 1970.

Propongo una última versión, esta vez actual y nuevamente a golpe de jazz, donde cada nota tiene su tiempo, para escuchar sin prisa, saboreando el momento, con una copa y buena compañía.

Corre a cargo del saxofonista Kirk Whalum y el Lori Mechen Trío con la pianista y vocalista originaria de Nashville, Kandace Springs, de la que Prince dijo que “su voz podría derretir la nieve”.

La tocaste para ella. Tócala para mi. Si ella la resistió, yo también. Tócala”

Esa era la frase que Rick (bajo los efectos del alcohol) decía a Sam, que debía estar un poco harto de la pareja y sus vaivenes. A él que lo que le gustaba era cantar canciones alegres como “Knock on wood” en la que todos participaban cantando y golpeando las mesas. Refugiados que habían atravesado Europa hasta llegar a Marruecos. Resulta que muchos de los actores lo eran de verdad, pues Casablanca, esa historia de amor en tiempos de guerra, fue rodada y estrenada en plena II Guerra Mundial, lo que da lugar a otra frase memorable que le dice Rick a Ilsa, hablando de su encuentro en París:

“Recuerdo cada detalle, los alemanes vestían de gris, tú vestías de azul”

En cambio el Play it again, Sam” fue una frase que nunca se dijo en Casablanca, fue cosa de Woody Allen y sus “Sueños de un seductor” (1975). Lo que realmente decía era Ilsa era “Play it, Sam. Play as time goes by” y ya sabemos la continuación, aunque seguramente Dooley Wilson no imaginaría que su canción seguiría sonando mucho tiempo después de que la misteriosa Ilsa entrara en el Rick’ s Cafe, haciendo decir a Rick: “De todos los cafés locales del mundo, ella tenía que aparecer en el mío”.