Han pasado ya un par de años, pero todavía me dura la emoción… y eso que no fui en las mejores condiciones. Cuando con meses de antelación sacamos las entradas por internet, no podíamos saber que en el día y hora señalado yo iba a estar con un brazo en cabestrillo y una “tortilla” de antiinflamatorios y analgésicos, que iban a hacer del concierto una experiencia un tanto surrealista. A pesar de todo, lo disfruté un montón. Sí, asistir a ese concierto largamente esperado de Jethro Tull valió la pena.
Como si de un ritual se tratara, en las semanas previas había estado repasando la discografía de Ian Anderson y su banda, un poco desordenadamente, porque a pesar de la ilusión que me hacía ir, me daba la sensación de que tenía a la mítica banda de rock progresivo británica un tanto olvidada en los últimos tiempos. Luego me di cuenta de que muchos de sus temas estaban ahí, en el fondo de mi memoria.
Por otra parte, esa ilusión se venía un poco abajo cuando yo comentaba a algunas personas (sobre todo jóvenes) que teníamos ya nuestras flamantes entradas y ponían cara como de no saber muy bien de quién estaba hablando o les sonaba lejanamente. Lo cierto es que en varias ocasiones, me vi dando una explicación que solía terminar así: “Seguro que por lo menos te suena Aqualung… esa canción que empieza “Tan-tán-tan-tán- tan- taaaaan…”
Para hablar de “Aqualung”, que además de una canción es el título genérico del cuarto álbum de estudio de Jethro Tull, tenemos que viajar en el tiempo hasta 1971, el rock progresivo y el hard rock en plena forma, y encontrarnos con una banda formada unos años antes al noreste de Inglaterra, concretamente en Blackpool, que había participado en 1970 en el histórico concierto de la Isla de Wight y gozaba de mayor prestigio en el mercado estadounidense que en el británico.
Es en ese momento cuando nace la más famosa obra de Jethro Tull, un trabajo del que Anderson siempre negó que fuera conceptual, aunque haya temas que sirvan de nexo: la crítica a la iglesia, Dios y la religión…, algo así. Lo cierto es que creo que es mejor no intentar definir Aqualung y dejarnos llevar por las sensaciones que sin duda va a provocarnos, tanto si lo hemos escuchado muchas veces, como si (qué suerte) nos acercamos al álbum por primera vez.
Un trabajo potente y profundo en el que Ian Anderson (voz, flauta y guitarra acústica) Martin Barre (guitarra eléctrica) Clive Bunker (batería y percusión) Jeffrey Hammond (bajo) y John Evan (piano, órgano y melotrón) están arrolladores.
La icónica portada de Burton Silverman y muchos de sus temas, están inspirados en las fotografías que Jennie, esposa de Ian Anderson por entonces, tomó de varios vagabundos por las calles de Londres, o a la orilla del Támesis, a los que dieron una aureola poética, considerando una especie de espíritus libres a aquellas personas que la sociedad aparta de su vista. Creo que, en esencia, para comprender el sentido de Aqualung, habría que empezar por aquí.
“Aqualung” el primer tema del disco, nos habla entonces de un vagabundo pedófilo llamado así, “pulmón acuático”, porque el resuello de aquel mendigo se asemejaba al del borboteo de un equipo de buceo bajo el agua.
“Sentado en un banco del parque, mirando a las niñas con mala intención. Mocos corriendo por su nariz, dedos grasientos manchando ropa raída. Secándose al frío sol, mirando como corren las bragas con volantes. Sintiéndose como un pato muerto, escupiendo pedazos de su mala suerte”
“Aqualung” arranca con uno de los riffs de guitarra más famosos del rock setentero (mi “tan-tán- tan-tán-tan-taan”) y a partir de ahí como el propio Anderson ha descrito, se suceden “un auténtico y tortuoso embrollo de acordes” con constantes cambios de ritmo, fragmentos acústicos, momentos en los que entra el piano o la increíble guitarra de Barre y de nuevo se regresa al primer verso y al riff, que unifica y da sentido a la experiencia sonora a la que estamos asistiendo.
Si el interlocutor al que yo había tarareado los compases iniciales de “Aqualung” los reconocía, no pocas veces el siguiente comentario era “Ah…uno con pintas muy raras”, comprensible, teniendo en cuenta la teatralidad y no poco humor con que Jethro Tull abordaba sus puestas en escena.
Dentro del álbum “Aqualung” están muchos de los grandes temas de Jethro Tull con su pequeña historia dentro, desde la dedicada a su padre “Cheap Day return” a “Wonderin’ aloud” con su estela folk, o la trepidante “Locomotive Breath”, mi favorita, con la voz y flauta de Anderson por todo lo alto y lucimiento para el resto de la banda en un metafórico viaje en tren que tiene a la muerte como última estación.
“My God” o “Hymn 43” son las más críticas, a la iglesia de Inglaterra “sangrienta y maldita” la primera, causante del retraso de la salida del álbum al mercado en nuestro país, y que sufriera algún que otro recorte cuando lo hizo finalmente en 1975.
“Cross- Eyed Mary” nos habla de Maria, la bizca, una joven que va a la escuela y además es prostituta, prefiriendo la compañía de los viejos verdes (Aqualung) a la de sus compañeros de clase y Mother Goose, con un aire medieval habla de mamá ganso, un personaje típico de los cuentos ingleses, por hablar de los temas más significativos del álbum.
Después de “Aqualung” sí vendría el conceptual “Thick as a brick” en 1972, aunque realizando una parodia de los discos conceptuales (como era de esperar) y “A passion play” confirmando esa etiqueta de rock progresivo completada por términos como “art-rock”, “blues-rock”, “folk-rock” o “hard-rock”, en una obra sustentada siempre por el pensamiento musical y complejo del flautista y cantante Ian Anderson.
“Living in the Past” “Too old to rock and roll, too Young to die”, “Minstrell in the gallery” o “Songs from The wood” son algunos de los álbumes que hicieron crecer la popularidad de la banda que tuvo un devenir constante de nuevos miembros que acompañaron y enriquecieron al pilar básico compuesto por el guitarrista Martin Barre y el propio Anderson, y garantizaron la supervivencia de Jethro Tull en los ochenta y noventa, sin faltar trabajos de Ian Anderson en solitario, como “Divinities” o incursiones en la música clásica.
En este último punto, ya saltando al nuevo siglo, encontramos “Ian Anderson plays The Orchestral Jethro Tull” un disco grabado en directo junto con la Neue Philarmonie Frankfurt” dirigida por John O’Hara, que tuvo lugar en el Rosengarten de Mannheim, Alemania, el 8 de Diciembre de 2004 y que nos permite ver una interpretación de “Aqualung” completamente diferente.
Aqualung – Ian Anderson and the Neue Philharmonie Frankfurt
En marzo de 2021 se celebraron los cincuenta años de “Aqualung” y el director y camarógrafo iraní Sam Chegini fue el encargado de crear una versión animada del tema, que comienza con la aparición del mendigo de la portada del disco y termina convirtiéndose en una meditación más amplia, y haciendo el propio Ian Anderson un particular cameo en el videoclip.
“The Zealot Gene” (2022) y “RökFlöte” (2023) son los dos últimos álbumes de estudio de Jethro Tull, publicados después de casi dos décadas sin que la banda sacara nuevo material.
Actualmente Jethro Tull está conformado por el imprescindible Ian Anderson, el guitarrista Joe Parrish-James, el baterista Scott Hammond, el pianista John O’Hara y el bajista David Goodier. Martín Barre abandonó la banda en el 2011.
Me lo pasé muy bien viendo a Jethro Tull, me olvidé de mi lamentable estado y me gustó ver a mucha gente joven. Siguen dando conciertos por España, tal vez tenga oportunidad de volverlos a ver, aunque tengo muy reciente ese concierto en el que repasaron toda su discografía, sus viejas canciones y las nuevas, con un montaje audiovisual muy logrado y un Anderson al que, si bien es cierto que la voz ya no le responde como antaño, lo suple con presencia escénica, profesionalidad y llenando el espacio con el sonido de su flauta.
En el repertorio no falto “Aqualung” y me gusta pensar que en el fondo de una de sus más míticas canciones hay un viejo pícaro que tiene su hogar a la orilla del Támesis y, aunque la gente pasa a su lado fingiendo no verlo y se sienten incómodos escuchando su respiración sonora, él les sonríe mostrando sus dientes mellados y, apretándose el abrigo, va en busca de su banco favorito para seguir pasando la tarde sin prisa.